sábado, 28 de junio de 2008

El Secreto Conocido.

Me ofrecieron drogas para mejorar el rendimiento por primera vez en 1998, luego de quebrar el récord húngaro en los 800 metros y de haber clasificado al campeonato europeo.
El dopaje en el deporte está menos oculto de lo que la gente piensa. Todos sospechan que el uso de drogas es generalizado, pero lo que no ven es cómo los atletas las consideran como algo usual, como algo de todos los días que es parte del juego.
En mis cinco años en el circuito internacional del atletismo, me topé con esta cuestión en repetidas oportunidades, y tuve que hacer algunas elecciones.
Un médico deportivo y un entrenador con los que nunca había trabajado me llamaron para hablar y me incentivaron a que me involucrara en el asunto.
Me dijeron que los riesgos no existían y que los resultados eran inmediatos. Me prometieron que las drogas disminuirían mis tiempos y que era imposible que fueran detectadas.
Cuando pregunté acerca de los riesgos para mi salud, remarcaron que las drogas modernas eran seguras y no había nada de que preocuparse. Por si acaso, me dijeron que sólo los perdedores se mantenían limpios y que todos los que eran "alguien" las utilizaban.
El incentivo fue fuerte, pero no vehemente. A diferencia de la mayoría de los corredores del este de Europa de antes del colapso del comunismo, quienes necesitaban usar drogas si querían ingresar a sus equipos nacionales, yo tuve la opción de elegir.
Estaría mintiendo si dijera que no pensé mucho en decir que sí. Ese segundo podía ser la diferencia entre una medalla o ni siquiera alcanzar la final.
No mucho después pasé un tiempo con una atleta que luego se convirtió en campeona olímpica. Ella no mantuvo en secreto su utilización de drogas, y su entrenador lo fundamentó sólidamente.
Un atleta tiene apenas dos o cuatro años para llegar a la cima, como también para ganar suficiente dinero en esa oportunidad única.
Los atletas que se retiran con carreras poco exitosas después sufren para acostumbrarse a la vida real, pero si uno tiene una cuenta bancaria cargada, no debe preocuparse por acostumbrarse.
Michael Johnson, el cuatro veces campeón olímpico que dijo recientemente que devolvería una medalla dorada ganada en una carrera de relevos en 1996 debido a que sus compañeros de equipo admitieron sus dopajes, argumentó que los atletas que usan drogas no se lo cuentan a sus amigos.
Mi experiencia fue diferente.
Los atletas que conocí no presumían acerca de las drogas, pero a menudo comparaban experiencias. Una vez me senté con un grupo de lanzadores en un autobús y los escuché comparando sus historias con el uso de distintas drogas.
La discusión era sincera. De hecho, había intercambio de información. No había emociones, indirectas o un sentimiento de que algo estaba mal. Parecía que era una conversación diaria acerca de accesorios deportivos, como si estuvieran hablando de zapatos o sombreros.
Una de las primeras cosas que aprendí cuando comencé a correr internacionalmente fue no meterme en los problemas de los demás. Una vez encontré una jeringa con la sustancia eritropoyetina (EPO) en un cesto de basura y tuve problemas por averiguar demasiado.
Todo el mundo sabe lo que sucede, pero la discreción es una obligación. Los accesorios utilizados son arrojados en la basura y todos saben que no hay que mirar. El mensaje es que esto es un trabajo y que el dopaje a veces es parte del mismo.
Al final, le dije que no a las drogas: mi familia se puso orgullosa por mis éxitos y eso me dio más que medallas. La oferta se repitió unas cuantas veces más, pero las rechacé una y otra vez.
Luego de apenas una negativa, fui sorprendentemente llamado a realizar un gran número de controles de dopaje.
El control antidopaje no es divertido. Es un procedimiento irritante, nunca llega en el momento indicado y orinar cuando otros hombres miran no es fácil.
Por eso yo estaba irritado e hice algunas llamadas telefónicas. Me dijeron que eso no había sucedido por accidente y que mi nombre solía aparecer en la lista. Pero como estaba limpio, no había riesgo de someterme al análisis.
Una vez tuve una larga charla con el médico que me ofreció drogas por primera vez y le pregunté por qué había empezado con ese tema. El respondió que no podía prevenir a los atletas de utilizar drogas, por lo que lo mejor que podía hacer era aconsejarlos a aminorar los riesgos.
Dijo además que los adolescentes eran los más vulnerables ante el sabor del primer éxito, ya que eso les generaba más hambre de lo mismo, lo que no les permitía tener paciencia para trabajar para lograrlo.
Las drogas no te hacen correr más rápido. Te permiten entrenar más y recuperarte más rápido, pero de todos modos los atletas deben ponerse a trabajar.
Sería justo preguntar por qué no me expuse a eso. La respuesta es que estaba demasiado ocupado con mis propios sueños.
El mundo cambió mucho en los últimos ocho años. El control es más estricto y la lucha antidopaje es más seria. Pero las drogas son parte del juego y este es un círculo que nunca termina.

Balazs Koranyi.

Fuente: REUTERS

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