Era el último sobreviviente de la era dorada del atletismo cordobés. Luis Oliva, fallecido ayer a los 101 años, era el ícono viviente de aquella “Córdoba Cuna de Campeones”, la frase que inmortalizó en los años 20 el entrenador de atletas del equipo argentino, Federico Dickens. Representante del desaparecido club Relámpago, Oliva había nacido en la localidad de La Paz, departamento Totoral, el 21 de junio de 1908. De fuertes aptitudes para el deporte, pronto se destacó en una época plagada de grandes exponentes. “El Negro” se presentó en sociedad mientras cumplía el servicio militar, donde ganó todas las pruebas de fondo y semifondo de la unidad. Así, pronto se sumó a una camada que ya tenía brillo propio, con los hermanos Valerio y Atilio Vallania, Leopoldo Ledesma, Fernando Ciccarelli y Máximo Virgolini, entre otros. Rodeado de luminarias, no fue uno más: sus dotes de atleta lo llevaron a ser campeón sudamericano en varias especialidades y representante argentino en dos Juegos Olímpicos: Los Ángeles 1932 y Berlín 1936. En su primera cita olímpica pagó el derecho de piso a su escasa experiencia en grandes eventos. A ello se sumó la desacertada decisión de los directores del equipo argentino que lo hicieron competir en pruebas que no eran de su especialidad. Sin demasiada suerte, no superó su serie en los 1.500 metros aunque estuvo cerca de llegar a la final y no completó la prueba en los 3.000 metros con vallas. Los Juegos de Berlín le llegaron en su madurez deportiva, a los 28 años. Ya como fondista y representante del Racing Club de Avellaneda, realizó una preparación brillante en circuitos europeos y sus muy buenos resultados lo convirtieron en favorito de la maratón junto al ganador de la edición anterior, Juan Carlos Zabala, también representante argentino. En la villa olímpica, mientras culminaba su preparación, recibió el saludo personal de Adolfo Hitler, un recuerdo que Oliva destacó como inolvidable, más allá de lo tenebroso del personaje. Pero tampoco lo acompañó la fortuna en su segunda excursión olímpica. Una inoportuna forunculosis en una de sus piernas lo hizo correr disminuido. Alcanzó a meterse en los puestos de vanguardia durante la mitad de la competencia, pero finalmente abandonó a los 23 kilómetros. Con todo, la experiencia le alcanzó para inmortalizarse en Olympia, el film oficial de los Juegos dirigido por la documentalista del nazismo Leni Riefenstahl, donde Oliva se “roba” algunos planos. Después, con los campos deportivos convertidos en campos de batalla de la Segunda Guerra, no tuvo más chances olímpicas. Oliva calmó sus apetencias deportivas estudiando el profesorado de Educación Física, cargo con el cual ejerció la docencia.
Fuente: Gustavo Farías La Voz del Interior
No hay comentarios:
Publicar un comentario